María Teresa Geretrudis de Jesús Carreño García de Sena, simplemente Teresa Carreño. Mañana, 12 de junio, se conmemoran 100 años de su fallecimiento, acaecido en Nueva York.
A propósito de este hecho, vale la pena recordar aspectos de la vida de esta imponente mujer, y para ello, dos conocidas pianistas venezolanas, Mariantonia Palacios y Clara Rodríguez, además especialistas e intérpretes de la obra de la Carreño, nos guiarán con sus saberes sobre esta maravillosa mujer, hija del no menos notable Manuel Antonio Carreño -el del Manual de Urbanidad.
Clara equipara a Teresa como “un genio nuestro, que luchó incansablemente por el piano, por hacer música de la mejor manera posible, que no desmayó ni un instante sino hasta su muerte. Fue un personaje central del piano, justo en la época de mayor auge de ese colosal instrumento. Su técnica, pasión, inteligencia, poder, brillo, constante estudio y la búsqueda de la perfección de la expresión musical al tocar, la mantuvieron en el tope, al lado de los más grandes que la admiraron enormemente”.
“Era Liszt con falda”, resume Mariantonia, y es que para la época, el compositor y pianista austro-húngaro tenía mucha fama, no solo por la música que hacía sino por su modo de interpretarla: con fuerza y entrega. “Teresa debe haber tocado con mucha pasión, mucho guáramo”, retoma Palacios.
En las piernas de Lincoln
El 1 de agosto de 1862, Manuel Antonio Carreño salió con su familia directo a Estados Unidos, bajo la premisa de encontrar un profesor de piano para la pequeña Teresa, de apenas 9 años de edad.
Mariantonia sostiene que en realidad salieron debido a problemas políticos. En 1862, el entonces presidente José Antonio Páez delega el poder en Pedro José Rojas. Manuel Antonio Carreño era el ministro de Hacienda, pero dimite. Era el fragor de la Guerra Federal, y Carreño sale de Venezuela con una tropa consistente en “la abuela de Teresa, los padres, el hermano, un tío con su esposa e hijos, además de los sirvientes. Es mucha gente para ir a buscar un profesor para la niña -subraya Mariantonia-. El obituario del papá de Teresa, que publicó Le Ménestrel de París, en agosto de 1874, dice que había fallecido el excelente profesor de piano oriundo de Venezuela, y que había salido de su país por problemas políticos”.
Para Clara, la vida de Teresa “es apasionante desde el comienzo. La educación que recibió de su padre, quien fue considerado uno de los mejores profesores de piano de Francia, el candor de su niñez y adolescencia visto a través de las grandes obras que compuso. Lo difícil que ha debido ser para ella ser mujer, profesional, artista, madre, esposa”, expresa.
De pequeña, Teresa conoció en Estados Unidos a figuras de la talla de Louis Moreau Gottshalk y Anton Rubinstein. Tocó en varias salas importantes, como el Carnegie Hall, entre otras, y en 1863 tocó para el presidente Abraham Lincoln en audición privada, y de allí es de donde se origina la célebre anécdota de la pequeña Teresa en las piernas de Lincoln.
150 conciertos al año
Teresa Carreño nació en Caracas el 22 de diciembre de 1853. Entre los años 1872 y 1885, la pianista trabajó arduamente como integrante de una compañía de artistas por todo Estados Unidos.
“Después de haber sido niña prodigio y hacer una carrera brillante, Teresa se vio en la necesidad de actuar en compañías itinerantes y llegó al tope como pianista y cantante -relata Mariantonia-, hizo hasta 150 conciertos al año, es decir, uno cada dos días. Tocó en el lejano oeste. En una oportunidad viajaba en barco y naufragó, y para poder afinar el piano empleó una pinza de cejas. A los 19 años se enamoró de un violinista, Émile Sauret, y tuvo una hija, Emilia”, prosigue Palacios, y cuenta que a la Carreño la conocían con motes como “La Leona”, y luego como “La Walkiria del piano”.
Una amiga cercana se hizo cargo de la niña, y llegó un punto en el que le propuso a Teresa que mejor se quedaba con la niña, pero que debía firmarle documentos en los que la pianista renunciaría por siempre a ver a su hija Emilia.
En 1885, Teresa Carreño regresó a Venezuela, y después estuvo en 1887. Durante esos años, realizó conciertos en el Teatro Guzmán Blanco, hoy Municipal, estrenó su Himno a Bolívar, compuso un Himno a Guzmán, y hasta condujo una temporada de ópera.
“Ella sufrió un gran desencanto en su segundo viaje a Caracas, por los problemas políticos del momento, y por la pacatería de la alta sociedad que todavía la veían como la hija de una Del Toro que se había casado con alguien de inferior rango, y quien además estaba relacionada con Guzmán Blanco cuyo gobierno había caido en desgracia”, relata por su parte Clara Rodríguez.
A debutar en serio
Cansada Teresa Carreño de los dime y diretes de la política venezolana, decide que ya es hora de hacer una carrera seria, que no implicaba ir a Estados Unidos (todavía no era la meca cultural de hoy en día), por lo que la opción natural era Europa. El marido, Giovanni Tagliapietra no se anima a ir, por lo que Teresa, matrona y echada para adelante, agarra a sus dos hijos, Teresita y Giovanni, y se embarca rumbo a Alemania en 1889, acompañada por su cuñado Arturo Tagliapietra.
“Su vida de maestra la realizó plenamente hacia su madurez cuando vivía en Alemania, y le decía a sus alumnos: ‘¿cómo realizar lo extraordinario sin trabajar arduamente?’. Realmente Teresa Carreño trazó un camino profundo e importante para los pianistas, inclusive de hoy, ya que el arte del piano se basa mucho en lo que se hizo en su época. Se habla de la belleza de su sonido, de sus trinos, de la manera en que utilizaba el pedal”, acota Clara.
Mariantonia habla de las críticas que reseñó la prensa de la época sobre los conciertos dados por Teresa, en donde se refieren a su modo de tocar “como un hombre, Liszt con faldas”, y es que “normalmente el mánager era quien disponía el piano en el escenario, y la banqueta, y Teresa lo hacía por su cuenta. Luego, tocaba con mucha pasión, sin dejar de ser femenina. He escuchado grabaciones de ella donde se aprecia ese modo de tocar”.
Clara cita a Henry Wood, el creador de los conciertos Proms de Londres: “Es difícil expresar adecuadamente lo que todos los músicos sentían por esta gran mujer. En el instante en que caminaba sobre el escenario, su firme dignidad mantenía a su audiencia en vilo, que la observaba con gran atención mientras ella arreglaba la larga cola de los elegantes vestidos que usaba. Su vigor masculino en el sonido, su touché y su maravillosa precisión al ejecutar pasajes de octavas, dejaban a todos pasmados”.
@amhg_periodista